Hay algo que encuentro sumamente placentero en esta vida aparte de escribir, fumar.
En este mundo en el que hay cabida para los vicios y para civiles decepcionantemente mortales, como yo, a quienes nos resultan un deleite las inútiles costumbres urbanas, como lo son el ocio con una cajetilla de cigarros.
En este capítulo no tengo ni ocio ni cigarro, pero aún a pesar de esa deficiencia, me dispongo fielmente a la efímera pero bien acertada exposición de los últimos acontecimientos en este Londres virtual.
Todo a partir de la noche de ayer, cuando caí en cuenta de que a veces conozco gente intrascendente, a veces me encuentro con gente pseudointeresante, a veces intolerable, desesperante; casi siempre gente insípida, a veces más o menos divertida. A veces, muchas veces, incoherente o intransigentes.
Otras veces irremediablemente no conozco a nadie; a veces porque no hay contexto para interactuar o lo que sea que se hace cuando conoces.
Pero creo que la mayoría de los episodios, no tengo energía positiva para conocimientos de tipo humano.
Estás en cualquier sitio.
Llega un desconocido a hablarte con misteriosa sinceridad, he percibido en todos estos meses de ocio y estudio mental de las conductas humanas, que cuando las personas se abren de tal manera, resulta sospechoso e inverosímil, confuso, incluso un poco conmovedor.
No es sencillo ser espontáneo. En este mundo infestado de hipocresías y máscaras de cera, malditos farsantes, malditos incomprendidos, malditos seres llenos de toxicidad amarilla. Maldita sea la recuperación económica.
Cada uno con su farsa, farsa de jodidos, farsa de culto, farsa de estilo, de gustos, de idiosincrasia. Jodidas farsas confundibles, en este país cualquier amorfo puede creer que es honesto, excéntrico, artista, intelectual, poderoso, magnate, saludable, imprescindible, emotivo, escrupuloso, natural, esencial, maravilloso.
Cada uno con su farsa, cada uno con cada uno.
…Mis hipnóticos pensamientos me sofocan gradualmente.
No sé en qué etapa o proceso de mi vida me encuentro pero debo admitir que últimamente todo lo que usualmente solía gustarme, ahora me está resultando misteriosamente irritante, sofocante, opresivo. Lo que me fascinaba producir, en este momento toma una forma ordinaria e insuficiente.
Mis inventos, construcciones y composiciones se han constituido con una simplicidad y suciedad alucinante.
Las personas que normalmente conforman mi contexto armónico social, se convierten en individuos tristemente insípidos, inexpresivos, un tanto flemáticos.
Recientemente me contengo, me subestimo, me distraigo con ligereza.
Todo se forma execrable y etéreo, inclusive intimidante. No sé por dónde salir. Aquí todo es anti estimulante.
Hace dos noches que no puedo ni dormir placenteramente, ni sentirme feliz o afortunada por mis sueños. He soñado este lugar.
El volumen de mis fantasías se vuelven dependientes a mi inconsciente. Tomo mi celular, escucho las grabaciones, me distraigo y me lamento. Maldita necedad, todo tan insulso, tan vacío, tan inevitablemente indiferente. Aparece la Ciudad como deleite figurado, aparece mi ambición, mis celos y mi ansiedad. Es la narración explícita y maleable de mis destrozados pensamientos.
Soñando que tengo algo en mi vientre, soñando que aparece quien no deseo, me busca, que cedo, soy tan frágil que puede controlarme involuntariamente.
Hace cuarenta y ocho horas que me es imposible concentrarme, manifestarme, hacer una exposición de lo que quiero. Hace cuarenta y ocho horas que no estoy tranquila, que no duermo.
Todo esto cuando su expresión me resulta tan penetrante, avasalladora, dominante y tan déspota como la de ningún otro ser Blanco en esta Ciudad Tesoro.
Espero nunca volver a ver ese rostro fuera del sueño.
Vuelvo a mis actitudes predecibles, lo que no quiero escribir se expulsa cual vomito verbal desde mi garganta, cual infección en el hígado, cual derroche de alcohol. Tengo una amiga llamada Karla, tengo muchas historias sobre ella. Soy demasiado dura conmigo misma. Y a veces con ella. O dura no es la palabra, tal vez es algo con un aire más auto-ofensivo. Kar, tú estás del otro lado leyéndome, yo estoy de este lado escribiéndote. Casi olvido la contraseña de mi blog.
Mi vida es a veces impenetrable, impenetrable en el aspecto de lo que acepto y lo que rechazo. Estoy en un momento de mi vida en el que el gran deshielo es ignorado. Los glaciares se van en retirada, las plataformas se fracturan, el nivel marino se eleva, y yo, quejándome de mis indecisiones.
No puedo aprender a confiar en extraños, ni comprarme tres minutos más de oxígeno. Me es imposible nombrar los tipos de contaminación, prevenirla, evacuar a los responsables de la mafia.
Justamente hoy, respondiendo a tus reclamos, utilicé el camión para releer la carta con motivos sexuales que te debo desde hace ya más de dos meses.
La encontré y me parecen fuera de lugar muchas cosas que hago explícitas y son al final, completamente imprescindibles.
¿Aún así debería dártela?
¿Aunque ya no tengas novio, ni sexo, ni deseos? xD
No hay justificación para todos mis reproches, no estoy en mis días y no me soportas, no sé qué clase de solución tenga mi actitud deplorable.
¿Sugerencias?
No es de día ni de noche.
Estoy en los dos sueños y estoy asustada.
Necesito a David Lynch en este momento.
Torciéndonos, vamos a Oaxaca amiga, tal vez eso es lo que necesito, no crees? Sí, un viaje o sexo. Esas son las dos alternativas para la felicidad nuevamente explícita. Maldición, necesitas ponerme un alto.
Te amo, qué final tan desastroso amiga.
En este mundo en el que hay cabida para los vicios y para civiles decepcionantemente mortales, como yo, a quienes nos resultan un deleite las inútiles costumbres urbanas, como lo son el ocio con una cajetilla de cigarros.
En este capítulo no tengo ni ocio ni cigarro, pero aún a pesar de esa deficiencia, me dispongo fielmente a la efímera pero bien acertada exposición de los últimos acontecimientos en este Londres virtual.
Todo a partir de la noche de ayer, cuando caí en cuenta de que a veces conozco gente intrascendente, a veces me encuentro con gente pseudointeresante, a veces intolerable, desesperante; casi siempre gente insípida, a veces más o menos divertida. A veces, muchas veces, incoherente o intransigentes.
Otras veces irremediablemente no conozco a nadie; a veces porque no hay contexto para interactuar o lo que sea que se hace cuando conoces.
Pero creo que la mayoría de los episodios, no tengo energía positiva para conocimientos de tipo humano.
Estás en cualquier sitio.
Llega un desconocido a hablarte con misteriosa sinceridad, he percibido en todos estos meses de ocio y estudio mental de las conductas humanas, que cuando las personas se abren de tal manera, resulta sospechoso e inverosímil, confuso, incluso un poco conmovedor.
No es sencillo ser espontáneo. En este mundo infestado de hipocresías y máscaras de cera, malditos farsantes, malditos incomprendidos, malditos seres llenos de toxicidad amarilla. Maldita sea la recuperación económica.
Cada uno con su farsa, farsa de jodidos, farsa de culto, farsa de estilo, de gustos, de idiosincrasia. Jodidas farsas confundibles, en este país cualquier amorfo puede creer que es honesto, excéntrico, artista, intelectual, poderoso, magnate, saludable, imprescindible, emotivo, escrupuloso, natural, esencial, maravilloso.
Cada uno con su farsa, cada uno con cada uno.
…Mis hipnóticos pensamientos me sofocan gradualmente.
No sé en qué etapa o proceso de mi vida me encuentro pero debo admitir que últimamente todo lo que usualmente solía gustarme, ahora me está resultando misteriosamente irritante, sofocante, opresivo. Lo que me fascinaba producir, en este momento toma una forma ordinaria e insuficiente.
Mis inventos, construcciones y composiciones se han constituido con una simplicidad y suciedad alucinante.
Las personas que normalmente conforman mi contexto armónico social, se convierten en individuos tristemente insípidos, inexpresivos, un tanto flemáticos.
Recientemente me contengo, me subestimo, me distraigo con ligereza.
Todo se forma execrable y etéreo, inclusive intimidante. No sé por dónde salir. Aquí todo es anti estimulante.
Hace dos noches que no puedo ni dormir placenteramente, ni sentirme feliz o afortunada por mis sueños. He soñado este lugar.
El volumen de mis fantasías se vuelven dependientes a mi inconsciente. Tomo mi celular, escucho las grabaciones, me distraigo y me lamento. Maldita necedad, todo tan insulso, tan vacío, tan inevitablemente indiferente. Aparece la Ciudad como deleite figurado, aparece mi ambición, mis celos y mi ansiedad. Es la narración explícita y maleable de mis destrozados pensamientos.
Soñando que tengo algo en mi vientre, soñando que aparece quien no deseo, me busca, que cedo, soy tan frágil que puede controlarme involuntariamente.
Hace cuarenta y ocho horas que me es imposible concentrarme, manifestarme, hacer una exposición de lo que quiero. Hace cuarenta y ocho horas que no estoy tranquila, que no duermo.
Todo esto cuando su expresión me resulta tan penetrante, avasalladora, dominante y tan déspota como la de ningún otro ser Blanco en esta Ciudad Tesoro.
Espero nunca volver a ver ese rostro fuera del sueño.
Vuelvo a mis actitudes predecibles, lo que no quiero escribir se expulsa cual vomito verbal desde mi garganta, cual infección en el hígado, cual derroche de alcohol. Tengo una amiga llamada Karla, tengo muchas historias sobre ella. Soy demasiado dura conmigo misma. Y a veces con ella. O dura no es la palabra, tal vez es algo con un aire más auto-ofensivo. Kar, tú estás del otro lado leyéndome, yo estoy de este lado escribiéndote. Casi olvido la contraseña de mi blog.
Mi vida es a veces impenetrable, impenetrable en el aspecto de lo que acepto y lo que rechazo. Estoy en un momento de mi vida en el que el gran deshielo es ignorado. Los glaciares se van en retirada, las plataformas se fracturan, el nivel marino se eleva, y yo, quejándome de mis indecisiones.
No puedo aprender a confiar en extraños, ni comprarme tres minutos más de oxígeno. Me es imposible nombrar los tipos de contaminación, prevenirla, evacuar a los responsables de la mafia.
Justamente hoy, respondiendo a tus reclamos, utilicé el camión para releer la carta con motivos sexuales que te debo desde hace ya más de dos meses.
La encontré y me parecen fuera de lugar muchas cosas que hago explícitas y son al final, completamente imprescindibles.
¿Aún así debería dártela?
¿Aunque ya no tengas novio, ni sexo, ni deseos? xD
No hay justificación para todos mis reproches, no estoy en mis días y no me soportas, no sé qué clase de solución tenga mi actitud deplorable.
¿Sugerencias?
No es de día ni de noche.
Estoy en los dos sueños y estoy asustada.
Necesito a David Lynch en este momento.
Torciéndonos, vamos a Oaxaca amiga, tal vez eso es lo que necesito, no crees? Sí, un viaje o sexo. Esas son las dos alternativas para la felicidad nuevamente explícita. Maldición, necesitas ponerme un alto.
Te amo, qué final tan desastroso amiga.